Los investigadores de la Unidad de Investigación del Color en el Patrimonio Arquitectónico pertenecientes al Instituto Universitario de Restauración del Patrimonio explican su implicación en la investigación del color de Valencia durante los últimos 25 años, por ejemplo, con el desarrollo de una carta cromática específica para el barrio del Carmen y el barrio de Velluters.
Teniendo en cuenta esta relevancia hace más de 25 años que un grupo de profesionales de la Universitat Politécnica trabaja para preservar el color de nuestra ciudad, porque de ese modo -argumentan- protegen su imagen histórica. «Somos aquellos que vivimos, y en cuanto hace referencia al lugar que habitamos, estamos íntimamente influidos por el territorio en el que se desenvuelve nuestra vida, y que se encuentra caracterizado por unos colores geológicos propios, cuya percepción está condicionada por unos valores singulares de luz ambiental. Así, vivimos una experiencia cromática matizada por las características de nuestro propio entorno natural, y por las posibilidades cromáticas que nos ofrecen los materiales que lo constituyen», afirman.
Este equipo interdisciplinar de investigadores del Instituto Universitario de Restauración del Patrimonio fue fundado por la pintora Ángela García y han continuado con su labor profesionales como Jorge Llopis, Juan Serra y Ana Torres. Esta última se detiene a explicar las características de València: «Es una ciudad muy barroca y los colores se deben a los materiales diversos de las tierras naturales que tenemos alrededor y de otros que llegaron de fuera, de Italia por ejemplo, porque nuestro puerto ha sido muy importante». València se caracteriza por el azul cerámico de las tejas que cubren las cúpulas de las iglesias y por los ocres y las almagras, salidos de las areniscas, y puntualmente los verdes.
«Pero no debemos generalizar, cada barrio es distinto y hay que atender varios patrones. No es lo mismo catalogar arquitectura artesanal que palacios», asegura Torres. Por ello han creado una carta cromática específica para el Carmen, otra para Velluters, para Mercat, para Seu Xerea y para Sant Francesc (en las que además de los tonos preponderantes -antes mencionados- se aprecian también, aunque en menor medida, variaciones de azul o verde). El Ayuntamiento aprobó hace unos años una ordenanza que aconseja a los arquitectos tener en cuenta estas consideraciones. «No es de obligado cumplimiento, pero sí nos llaman para pedir asesoramiento. La idea es que cada intervención respete la historia y la cultura de cada zona y que no tengamos que asistir a pifias cromáticas que se cometen por modas. Hubo un tiempo, por ejemplo, que aquí se pintaban las casas en blanco y negro y eso nunca ha existido», indica Torres. Este equipo se fija además en los tipos de acabados (ladrillo visto, esgrafiados, estuco) o en los materiales (piedra, mármol, cerámica, madera). Les gustaría que su trabajo se extendiese a otras zonas (como Benimaclet o el Cabanyal), pero esa decisión requiere un presupuesto y corresponde a las instituciones municipales. (…)
EL COLOR EN EL CENTRO HISTÓRICO: ARQUITECTURA HISTÓRICA Y COLOR EN EL BARRIO DEL CARMEN DE VALENCIA
(…) «Ama el color. Toma riesgos. Sé curioso». Es una frase de la diseñadora Kelly Wearstler que casi funciona como eslógan, pero que encaja bien aquí como conclusión. Este recorrido culmina hablando de sensaciones, de pulsiones. Nos hemos centrado en el color pictórico, pero igual de importante es el color de la percepción. Casi ninguno vemos del mismo modo un naranja, un gris o un rojo y eso influye en lo que nos reporta después. Para algunos un rojo será pasión o calor y para otros un tono agobiante. Del mismo modo que el amarillo puede ser radiante y alegre y el azul fresco y relajante, pero para algunas personas es probable que los reciban como demasiado fríos o cálidos.
Fuente: LAS PROVINCIAS