La fallida restauración del Ecce Homo de Borja a cargo de Cecilia Giménez dio la vuelta al mundo en el año 2012. Pero no se trata de un caso único, ya que este tipo de intervenciones inadecuadas sobre el patrimonio artístico son más frecuentes de lo que parece y provocan «cambios irreversibles» en algunas obras.
Un ejemplo lo acaba de padecer un coleccionista particular de València, quien encargó por unos 1.200 euros a un restaurador de muebles y otras piezas como espejos la limpieza de una copia de una de las famosas Inmaculadas de Murillo. Su sorpresa fue mayúscula cuando, al devolverle la pieza, vio que el rostro estaba completamente desfigurado y que, además, guardaba un inquietante parecido con el inclasificable Ecce Homo de Borja.
Vicente Guerola Blay responsable del equipo de investigadores del taller de restauración de pintura de caballete y retablos del IRP da su opinión al respecto en el siguiente vídeo (dar clic sobre el vídeo).
Al pedirle explicaciones al autor de la ‘restauración’, este intentó ‘solucionar’ el problema, pero el resultado del trabajo ha sido una imagen que nada tiene que ver con la original. Ahora, el coleccionista se ha puesto en contacto con otro especialista, este sí formado para esta labor, que intentará rehabilitar la obra, relata el propietario en declaraciones a Europa Press.
La vicepresidenta de Relaciones Internas y coordinadora de la Asociación Profesional de Conservadores Restauradores de España (ACRE), María Borja, explica que aberraciones como esta son «desgraciadamente mucho más frecuentes de lo que se piensa».
«Solo conocemos los casos que la sociedad denuncia a través de prensa o redes sociales, pero hay multitud de situaciones donde las obras son intervenidas por personas que no tienen formación. Las obras sufren este tipo de intervenciones no-profesionales, pudiendo, provocar un cambio irreversible», asevera.
Sobre si son necesarios cambios normativos para evitar este intrusismo laboral, esta portavoz señala que la profesión del conservador restaurador no está regulada, por eso este es uno de los objetivos fundamentales de ACRE. En la Ley 4/1998, de 11 de junio del Patrimonio Valenciano no aparece disciplina, «ya que en ningún momento se especifica quién ha de intervenir un Bien de Interés Cultural, sea mueble o inmueble», recalca.
Añade la restauradora que hay varios tipos de protección que se le da a los bienes culturales que integran el Patrimonio Valenciano: Bienes de Interés Cultural, Bienes inventariados no declarados de interés cultural y Bienes no inventariados del patrimonio cultural.
Según el artículo 16.4, de la Elaboración del Inventario, «a los solos efectos de la elaboración del Inventario General, los propietarios o poseedores de bienes muebles del patrimonio cultural, del valor y características que reglamentariamente se determinen, están obligados a comunicar su existencia a la Conselleria de Cultura, Educación y Ciencia».
Es decir, son los propietarios de los BIC los que tienen la obligación que informar a la administración si van a ser intervenidos. Pero suceden dos cosas, que el propietario no tenga declarada la obra frente a la Conselleria de Cultura, y, por lo tanto, no esté obligado a comunicar la intervención de Conservación-Restauración, «por lo que no habrá ningún tipo de control sobre quién ejecutará ese trabajo, pudiendo ser una persona sin formación».